A mi hermano Daniel.
In memoriam.
Por: Aldo Ventura Ferrari | Foto: Difusión
Es extraño que escriba de ti, en esta coyuntura tan extraña, encerrados todos en nuestras casas y muy lejos del juego que tanto amaste a este lado de la vida. Las canchas están vacías, pero tus compañeros a veces nos regalan una que otra narración tuya que hacía honor a la madre y la familia de nuestros ídolos.

En una crónica tuya (En mi cabeza hay un gol) escribiste que eras un periodista que vivía de recordar. Por eso, te recuerdo, ahora que en la enlutada casa paterna aún perdura un mundo de memorias de ti, como decía Vallejo, y he querido escribirte para sanar una pena que llevo dentro desde aquella mañana de febrero, en la que te escondiste casi al alborear, cuando la mano del Misterio se robara tu dulce corazón.

Aunque no te conocí personalmente, lo hice a través de tus transmisiones, así como ha ocurrido con muchos otros peruanos que te hicimos nuestro, como hicimos nuestro tu grito de gol, como hicimos nuestras tus frases, que supiste elevar de nuestro imaginario colectivo para convertirlas en abanico expresivo, mucho más allá de los campos de fútbol.

Extrañamos que nos acompañe tu voz, diciendo que si no se sufre no vale, pues, más allá de la metáfora del fútbol, nos hablaste con verdadera hidalguía de saber enfrentar la adversidad y que no hay mal que dure más de 36 años. Por eso, ahora que vamos a salir a la cancha y que parecen estar asomando las voces de la desunión, hace mucha falta ese consejo de pata que necesitamos y que nos traiga de nuevo a la reflexión y a la unidad.
No conocí tu fe de cerca, pero me diste lecciones de humildad, al describir las mejoras del equipo de todos, en los días en los que ya el desánimo nos había ganado la partida de lejos. Cuando no se veía salida, enseñabas a ver más allá de los fríos resultados, siempre con una mirada diferente, de fe verdaderamente informada, más allá de la ilusión de hincha. Enseñaste a confiar, cuando el cinismo se había apoderado de nuestra fe pelotera, aunque partiste sin llegar a vivir lo prometido, como ocurrió con los grandes héroes de la fe.
También recuerdo la forma en la que defendías tu posición, con firmeza, pero con respeto, sin atacar al otro. Nunca te vi caer en las provocaciones o velados insultos que te planteaba el oponente, sino llevar siempre la discusión al plano de los argumentos y la razón, pues sabías bien que discrepar no me convierte en tu enemigo, sino que muchas veces es justamente todo lo contrario, como hace poco nos ha recordado Fernando Savater, en un renombrado podcast.
Aún en mi alma tiembla la luz de tu ternura, Daniel, pues no sólo llevaste el nombre de aquel de quien el arcángel dijo que era muy amado por Dios, sino que tuviste a Milagros a tu lado, quien siempre nos hace recordar de ti y del trabajo honesto, humilde y perseverante de periodistas como tú, quienes, como siempre decías, deben ser el ejemplo de sus hijos.
A medida que los días pasan y nos habituamos más a esta crisis, vemos que empiezan a resurgir el egoísmo y la mezquindad entre algunos peruanos, prefiriendo el bien propio y menospreciando el bien común y reflexiono sobre otra de las ideas de Savater: «la salud no es un valor, es un bien (y, en ese sentido,) hay valores más importantes, como la solidaridad, el deber».
Creo que, en el sentido trascendente de la vida, debemos apuntar en esa misma dirección. Para que podamos gritar con orgullo ¡Gloria al Perú!, no sólo en las alturas de Quito, sino en todo el territorio nacional; debemos volver a la humildad de la fe y, esta vez, a mantener la distancia del amor al prójimo.
Hay personas que nos marcan más allá de lo que podemos expresar y es así que lo que nos dieron debe volver a salir en los momentos críticos, como un tributo a lo que Dios hizo a través de ellos. Por eso, escribo esto, pues como dijera Vallejo nos hemos aburrido de no encontrarte. Y ya cae sombra en el alma.
Daniel, tu humildad y actitud de respeto nos hacen una falta sin fondo. Deben salir a flote como un tributo al muy amado de Dios, a quien espero ver, cuando Él me llame a mí también una mañana de febrero.
Oye, hermano, no tardes en salir. ¿OK? Podemos inquietarnos todos…
Aldo Ventura Ferrari
Un hincha peruano como tú
Nota del autor
Estas líneas fueron escritas sobre la base de un poema de César Vallejo. “A mi hermano Miguel” (y su versión previa «A mi hermano muerto») y tienen la intención de rendirle un homenaje póstumo a un ilustre peruano que me bendijo sin conocerme directamente, pero que siempre daba buenos ‘consejos de pata’, así como a su esposa e hijas que han sido también protagonistas de esta vida ejemplar.

Sobre el autor // Aldo Ventura Ferrari
Aldo Carlos Alberto Ventura Ferrari (09/10/1966) estudió Lingüística & Literatura en la PUCP. Ha desarrollado una larga carrera de docencia en Educación Secundaria y actualmente se desempeña como Jefe del Departamento de Comunicación de un prestigioso colegio de Lima-Perú. Está casado, tiene dos hijas (17 y 14) y es un aficionado al deporte; en particular del fútbol y del surf. Actualmente, ocupa la posición de Coordinador Regional de Christian Surfers International para Sudamérica.

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Buena pluma mi estimado Aldo, te aseguro que nuestros hinchas peruanos se han acercado a Vallejo, y la tinta de sus poemas, él que sintió el dolor en carne y páginas de letras que hoy podemos leer y sobre todo sentir. Porque leer sin sentir, leer sin monmoverse es esfuerzo vano. Y no fueron estos 36 años de larga espera, para que los que esperaron a que un equipo peruano fuera a un mundial de fútbol, el tiempo suficiente para encurtir los espíritus de esta generación que hoy -estoy más que seguro- puede beber con agrado las líneas que tú, estimado Aldo, nos has regalado. Haz unido pasión, literatura y fe en un escrito lleno de emoción y ternura. Gracias por acercarnos al deporte rey, a la poesía y a la hinchada peruana que entiende tus líneas al traernos como un recuerdo innolvidable al hermano eterno: ¡Gloria a Daniel en las Alturas! Sentado en el palco de honor en el corazón de todos los peruanos.
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